La mujer en la que no me convertí
Hoy por la mañana me topé con la mujer en la que me pude
haber convertido si el amor no me hubiera salvado, verla ahí delante de mí y
sentir esa certeza profunda de que yo fácilmente pude ser lo que ella es, que
las personas a mi alrededor me vieran y percibieran en mí, lo que se percibe en
ella, que no es otra cosa mas que una profunda soledad, inseguridad y
desconfianza… esa búsqueda de aceptación en la mirada de todos, esa adicción a
que la observen con deseo, esa búsqueda de perfección del cuerpo, miedo a
envejecer, miedo a perder la firmeza porque sabe, y lo sabe muy bien, que esa
firmeza es lo que atrae la mirada y la atención…
A mí el amor me salvó, y no hay nada antes que yo agradezca
en la mañana, cuando me despierto iluminada por esos ojos que me aceptan, que me
aman, que darían su luz por mí. Esa mirada cómplice y sonriente, con la carga equilibrada
de deseo, dulzura, comprensión y amor.
El amor que me salvó me hace imaginar que un día envejeceré y me hace
esperarlo, aguardarlo a su tiempo justo, ese amor que me salvó me hizo amarme
por lo que soy, aunque haya meses que me apriete la ropa. Porque esa mirada suple todas las demás miradas,
porque no necesito comprobarme en cada gente, porque no me queda la menor duda
de que soy hermosa, así, como soy, porque el amor que me salvó me otorga esa
certeza.
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