India

La prima  Catalina llegó a India como se llega a una tierra que se conoce aunque nunca antes de haya pisado, no en esta vida. Y sintió una emoción repentina y unas ganas de llorar de alegría como no las había sentido al llegar a tierra alguna. Y es que a la India se le ama o se le odia.  Delhi le pareció una bofetada de realidad, entendió porque la Madre Teresa decidió quedarse en esta tierra, esos ojos tan negros y tan profundos que te miran desde una pobreza tan extrema pero que no odian, que no añoran seguramente porque no tienen un punto de comparación. Que son felices, con música alegre y colores vivos. Japur con su colorido y Agra con su Taj... al entrar se le creció el corazón a Catalina, se sintió viva, inmensa y pequeña pero sobre todo afortunada y dio gracias a todos los Dioses, los suyos y los ajenos, los actuales y los antiguos y se sentó por horas a contemplar, a recordar... 

India ruidosa, caótica, olorosa, spicy, con sus amplios campos y sus contrastes. India colorida, alegre, terca. India cálida, servicial, sonriente. Esa India que recibe a sus visitantes atenta, curiosa... mágica... 

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