El dolor de otros

Dónde ponemos las tragedias cuando nos alcanzan? Que hacemos con ellas?   A pesar de vivir con la certeza de que la vida dura dos días, de pronto algo nos alcanza y nos recuerda que posiblemente dos días sea mucho.
Cuando la tragedia alcanza a los otros, quizá lo vemos con un poco de misericordia, pero lejano, hacemos un esfuerzo por ponernos en el zapato del otro, pero eventualmente, requerimos volver a nuestros zapatos, a nuestra vida, a nuestros pendientes.       
Cuando la tragedia nos alcanza a nosotros, y al decir nosotros lo encierro en primera persona y en el plural de los nuestros, entonces en definitiva son nuestros zapatos.  Y hay que cambiar los planes, y ajustar horarios, y mientras resolvemos lo urgente, nos planteamos cómo será el futuro, cómo aprenderemos, y si tuviéramos un momento, nos asombraríamos de dónde sacamos las fuerzas para seguir despiertos, cargando, consolando, resolviendo…
Ante la tragedia nos preguntamos dónde estaba Dios cuando las cosas pasaron, posiblemente al analizarlas con calma advertimos que Dios estaba ahí, evitando una tragedia mayor, o concluyamos que, quizá Dios estaba ocupado en otra tragedia, porque por más grande que sea para nosotros, siempre hay, en algún lugar del mundo, una tragedia mayor.
Y la palabra tragedia… Cómo sabemos cuándo utilizarla? Cómo sabemos que está correctamente aplicada? . Para mí una tragedia es algo que sucede de forma inesperada, un accidente, una muerte, que cambia de alguna forma el status quo de las cosas, a partir de ese momento, las cosas nunca más serán igual…tiene efectos, en uno, en otro, en todos.
Hace muchos años, cuando decidí vivir lejos de mis padres, me fui siendo consciente cual sería, a partir de entonces, el mayor de mis miedos: esa llamada, a cualquier hora, seguramente de noche, en la que me avisarían de una tragedia, alguien del concepto nosotros, los míos, esas personas donde su dolor a pesar de ser piel ajena, duele más que en la propia, porque al doler en ellos duele en uno. De todas las cosas en el mundo, ese es el mayor de mis miedos, o el único, si soy guerra como mi madre … No hay miedo mas grande que a esa llamada. Y como todo, uno tiene que vivir con ello, porque así lo decidió, y entonces, después tendrá que vivir con las consecuencias…
Entonces dónde ponemos la tragedia cuando nos alcanza? La ponemos ahí, en el lugar de ese miedo, junto a él, encima de él, y corremos, resolvemos, consolamos, cargamos, ya después tendremos tiempo para hacer el recuento de los daños …ya quizá tendremos tiempo de arrepentirnos.


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