La Macarena

Hace 19 años un día de suerte, que no había empezado como un día de suerte sino todo lo contrario, llegaba yo de un viaje donde me habían dado noticias que cambiarían la vida que yo tenia en ese momento y regresaba a casa con el corazón apachurrado, era julio, me detuve en una tienda de mi barrio, todavía los Oxxo no conquistaban cada esquina, y a la entrada de la tienda me encontré un gatita negra, de patitas blancas, una pequeña bebe ahi sentada con una patita lastimada (el hueso expuesto) pregunté de quien era, me dijeron que tenía rato ahí como esperando a alguien,  me di cuenta que me esperaba a mi, pedi una caja de carton y ahí la puse, el primer veterinario me dijo que no atendia gatos callejeros, me ofendí, ya era mi gata, ya no era callejera. El segundo veterinario la revisó, le dio tratamiento y me dijo que estaba muy malita, que seguro un perro la había atacado y que, además, tenía pulmomnía, que no sabía si pasaría la noche, porque los gatos de tristeza, se echan a morir, me la lleve en una caja grande, la puse en un baño y ahi pasamos la noche, ella ronroneó toda la noche como lo hizo los siguientes 18 años de nuestra vida juntas. Mi Macarena, pocas noches pasé lejos de su ronroneo en mi cabeza, viajamos juntas, me acompañó en tristezas y alegrías.   Hace tres años F y yo encontramos un trozo de tierra que hicimos nuestro, y como Macarena siempre viajó con nosotros, lleva su nombre, aquí la ví los últimos dos años de su vida tomar el sol en el porche de madera, caminar por la tierra, subirse a las piedras con un suéter que le tejió mi mama. Hace dos años se me puso mala pero mi madre acababa de partir y le dije: no puedo con otro duelo, me acompañó un  año  más hasta que su salud ya no le daba y la acompañamos al arcoíris, agradeciéndole cada segundo de amor y de paz que me dio su ronroneo y el sonar de sus patitas cortas.
Pues esta tierra que se llama La Macarena, como fue mi gata, se ha convertido en el mayor remanso de paz que ha encontrado mi almita y mi cuerpo, las horas que paso sentada en el porche viendo volar colibríes y pajaritos de todos colores, con una ranita que vive escondida debajo de la base de la sombrilla y un ratoncito de campo que no entiende que hacemos en su espacio, lagartijas toperas y normales, conejos y águilas… Las noches que paso perdida entre  las estrellas del cielo y las dos lunas que tienen los ojos del hombre que amo, son la paz que necesita mi ser. Esta tierra, La Macarena, es el remanso de paz que siempre fue mi gata, aun de reojo veo sus patitas cortas andar por las piedras, se que aquí sigue, porque solo aquí duermo como dormí los 18 años que ronroneó en mi almohada. 

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