Educando una niña

Catalina creció con un padre machista post moderno, que al haberle “tocado” dos hijas no le quedó más remedio que educarlas para evitar que cayeran en manos de otro macho. Así que a Catalina, la mayor, particularmente, le sembró ese deseo de llegar muy lejos, de estudiar, de no necesitar un marido para mantenerse y ser feliz. Más de una vez escucho a su padre decirle: que nunca ningún ca...n te ponga el pie en la cabeza... Eso, de la mano con la figura materna, limitada y amorosa que necesita al marido a cada paso que da, hizo de Catalina una mujer fuerte pero siempre con miedo a depender de un hombre. Eso quizá le costó dos divorcios, lo cual seguramente es lo mejor que le ha pasado, pero hasta que entendió ella sola el equilibrio logró tener paz en su casa, en su ombligo y en su vida. Fue hasta el tercer marido que Catalina entendió que puede dejarse cuidar sin perder el poder, que encontró la confianza para dejarse consentir sin que eso implique dependencia, porque es una mujer que ya ha llegado muy lejos, ya se demostró a sí misma capaz de levantarse y seguir,  reconstruirse y reinventarse...
No estoy segura que la forma en la que a ella la educaron sea la mejor forma de educar una niña, quizá había maneras menos dolorosas para aprender pero al final así le funcionó... 

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